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miércoles, 11 de enero de 2012

Año nuevo, vida nueva

Cada año comentamos aquello de 'año nuevo, vida nueva' y sería realmente provechoso que hiciéramos caso de lo que decimos porque ¡hasta funciona! :-) No voy a extenderme en reflexionar sobre aquellos hábitos y costumbres establecidas que a veces acarrean sufrimiento y en como la fatalidad se apodera de nosotros y no vemos salidas (ni de emergencia) a ese sufrir. Para esa reflexión os dejo el siguiente poema titulado "Autobiografía en cinco capítulos", de Nyoshul Kenpo, cortito, directo, gráfico...

1) Bajo por la calle.                                                              
Hay un enorme hoyo en la acera.
Me caigo dentro,
estoy perdida...impotente.
No es culpa mía.
Se tarda una eternidad en salir de allí.

2) Bajo por la misma calle.
Hay un enorme hoyo en la acera.
Hago como que no lo veo.
Vuelvo a caer dentro.
No puedo creer que esté en ese mismo lugar.
Pero no es culpa mía.
Todavía se tarda mucho tiempo en salir de allí.

3) Bajo por la misma calle.
Hay un enorme hoyo en la acera.
Veo que está allí.
Igual caigo en él...es un hábito.
Tengo los ojos abiertos.
Sé donde estoy.
Es culpa mía.
Salgo inmediatamente de allí.

4) Bajo por la misma calle.
Hay un enorme hoyo en la acera.
Paso por el lado.

5) Bajo por otra calle.



viernes, 6 de enero de 2012

Las raíces del bambú


No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego constante. También es obvio que quien cultiva la tierra no se impacienta frente a la semilla sembrada, hablándole con el riesgo de echarla a perder, gritándole con todas sus fuerzas: ¡Crece, por favor!

 Hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés y que lo transforma en no apto para impacientes: siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente.

Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad, no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto que, un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles. Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas la planta de bambú crece ¡más de 30 metros!  ¿Tardó sólo seis semanas crecer? No, la verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse.

Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento, que iba a tener después de siete años. Sin embargo, en la vida cotidiana, muchas veces queremos encontrar soluciones rápidas y triunfos apresurados, sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interno y que éste requiere tiempo. De igual manera, es necesario entender que en muchas ocasiones estaremos frente a situaciones en las que creemos que nada está sucediendo.
Es cierto que en ocasiones vivimos circunstancias que nos disgustan, que pensamos que no necesitamos, y vaya faena salir indemne del día a día...A veces, nos gusten o no, están ahí por un motivo. Quizá sepamos su propósito en el plazo de un mes o de siete años. A fin de cuentas el tiempo lo inventamos nosotros. Uno se queda en paz sabiendo que si lo que ansías aún no ha llegado, tranquilo, es probable que estés echando raíces para ser más fuerte, más entero y de ahí en adelante, estar preparado para sobrevivir a tormentas y mares embravecidos. 
Dedico esta metáfora a mis seres queridos que día a día siguen al pie del cañón, caiga lo que caiga. Se lo dedico a los amigos que están pasando por momentos de crisis que hacen que cualquier humano se tambalee y se replantee su vida al completo. Ya que no puedo estar con cada una de las personas que quiero dado que aún no he aprendido a desdoblarme ni a hacer viajes astrales, este es mi regalo de Reyes. 
 

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