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lunes, 3 de diciembre de 2012

XVI - LA TORRE

Qué simbolismo. ¿Qué te viene a la cabeza cuándo ves este dibujo? 
Hay una torre de piedra decapitada por una llamarada y dos personas se precipitan al vacío. 
¿Qué error pueden haber cometido esos dos personajes? 
Parece que la sanción que van a pagar va a ser dura.

Para muchos esta Torre es el símbolo de la vigilancia y el ascenso y representa el eje del mundo. Podría ser una muestra de lo que está sucediendo hoy en día; nos hemos elevado tanto que el orgullo, el poder, la ambición nos han cegado...recuerda a la Torre de Babel, confusión, dispersión, catástrofe y nueva oportunidad de construir de nuevo pero esta vez dando paso a un nuevo ciclo.
La Torre representa siempre un cambio, repentino, espectacular y a veces dramático. Cuando los cambios son paulatinos y graduales, permiten que nos vayamos adaptando. Otras veces, sin embargo, su acción es rápida, incluso explosiva, y esto es lo que representa la Torre. Y las crisis repentinas que surgen en nuestra vida vienen a despertarnos. Algo estaba mal y no hacíamos nada al respecto. 
¿Eres demasiado orgulloso u orgullosa? Tu ego va a sufrir un desengaño. 
¿Estás negándote a ver algo? Pronto va a estallarte en plena cara. 
¿Vives cobijado en tu torre de marfil? Los elementos la destruirán antes de lo que imaginas. Lo importante ahora es cómo respondes al acontecimiento anunciado por la Torre. Antes que nada, es preciso reconocer que el cataclismo ocurrió porque era necesario. Tal vez sea demasiado pedirte que abraces con alegría este tipo de cambios (pues sí, un poco 'demasiado');sin embargo, sí debes procurar ver la parte positiva que hay en ellos. Comprobarás que te han forzado a cambiar de dirección. Por tí mismo nunca lo habrías hecho.

Entrada dedicada a tod@s los que nos hemos caído de cabeza de esta Torre para empezar de cero. 

White, J. (2007) El Tarot de Marsella. Editorial Sirio.


sábado, 17 de noviembre de 2012

El encuentro con la sombra


Quiero compartir este tema de la 'sombra' porque comentándolo con amig@s nos ha parecido interesante sacar del 'saco de lo inaceptable' aquello que ya va siendo hora de aceptar como parte integrante de todo lo que somos. Este término de sombra proviene de los estudios de Freud y C. G. Jung, brevemente podemos decir que es aquello que una persona no desea ser. Existen varios tipos de sombras aunque de momento comentar algo de la sombra personal da para escribir...libros. Sería posible resumir el tema anotando dos preguntas: ¿Qué es lo que te revienta de los demás? ¿Qué no soportas de los demás? Muy bien, ahí le has dado. Dale un abrazo a tu sombra porque tenéis muuuucho que contaros.

¿Qué me aportará prestar atención a mi 'saco de lo inaceptable'? Comprobadlo vosotr@s mism@s en los párrafos siguientes:

A los dos o tres años de edad todo nuestro psiquismo irradia energía y disponemos de lo que bien podríamos denominar una personalidad de 360°. Un niño corriendo, por ejemplo, es una esfera pletórica de energía. Un buen día, sin embargo, escuchamos a nuestros padres decir cosas tales como: «¿Puedes estarte quieto de una vez?» o «¡ Deja de fastidiar a tu hermano!» y descubrimos atónitos que les molestan ciertos aspectos de nuestra personalidad. Entonces, para seguir siendo merecedores de su amor comenzamos a arrojar todas aquellas facetas de nuestra personalidad que les desagradan en un saco invisible que todos llevamos con nosotros. Cuando comenzamos a ir a la escuela ese fardo ya es considerablemente grande. Entonces llegan los maestros y nos dicen: «Los niños buenos no se enfadan por esas pequeñeces» de modo que amordazamos también nuestra ira y la echamos en el saco. Esto no pretende ser una crítica a padres, madres o maestros, tan sólo una observación.

En la escuela secundaria nuestro lastre sigue creciendo. La paranoia que sienten los adolescentes respecto de los adultos es inexacta pues ahora ya no son sólo estos últimos quienes nos oprimen sino también nuestros mismos compañeros.

Al parecer, pasamos los primeros veinte años de nuestra vida decidiendo qué partes de nosotros mismos debemos meter en el saco y el resto lo ocupamos tratando de vaciarlo. En ocasiones, sin embargo, este intento parece infructuoso porque el saco parece que estuviera cerrado herméticamente. Hay un relato del siglo XIX que trata precisamente de este tema. Cierta noche, Robert Louis Stevenson despertó sobresaltado y le contó a su mujer el sueño que acababa de tener. Ella le instó a escribirlo y de ahí salió El Extraño Caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. En una cultura que se guía por modelos ideales como la nuestra, el lado amable de nuestra personalidad tiende a hacerse cada vez más amable y a anular otros aspectos. Imaginemos, por ejemplo, a un hombre occidental, un generoso doctor ocupado exclusivamente en el bienestar de los demás. No hay nada desdeñable en esa actitud, por lo demás, moral y éticamente admirable. El cuento de Stevenson nos enseña, pues, a no negar la existencia del contenido del saco porque éste va desarrollando su propia personalidad paralela y cualquier día puede aparecer ante nuestros ojos como si se tratara de otra persona. Si arrojamos al saco la cólera, por ejemplo, es muy probable que el día menos pensado se manifieste ante nosotros asumiendo la figura y los movimientos de un simio.
Todo lo que echamos en esa bolsa regresa e involuciona hacia estadios previos del desarrollo. Supongamos que un joven cierra el saco a los veinte años de edad y no vuelve a abrirlo hasta quince o veinte años más tarde. ¿Qué es lo que ocurrirá entonces cuando abra nuevamente el saco? Lamentablemente, la sexualidad, la violencia, la agresividad, la ira o la libertad que había arrojado al saco habrán sufrido un proceso de regresión y cuando aparezcan de nuevo no sólo asumirán un aspecto rudimentario sino que también mostrarán una manifiesta hostilidad. Es normal que quien abra el saco a los cuarenta y cinco años de edad se atemorice como lo haría quien vislumbrara la amenazadora sombra de un gorila recortándose contra el muro de un oscuro callejón.

La mayor parte de los hombres de nuestra cultura echan en el saco las facetas femeninas de su personalidad. No resulta extraño, pues, que cuando a los treinta y cinco o cuarenta años de edad intentan reestablecer el contacto con su mujer interior descubran que ésta se ha tornado hostil. A su vez, ese mismo hombre percibirá una gran hostilidad procedente de las mujeres con quienes tropiece en su vida cotidiana. En el dominio de lo psicológico existe una regla fundamental: como adentro es afuera. Si una mujer, por ejemplo, desea ser valorada por su feminidad y arroja al saco los aspectos masculinos de su personalidad es muy posible que con el transcurrir de los años descubra una fuerte aversión hacia los hombres y que sus críticas hacia ellos se tornen ásperas e inflexibles. Así, aunque conviva con un hombre hostil que le proporcione una cierta justificación para expresar su hostilidad, una válvula de escape para aliviar su presión, se encontrará no obstante en apuros porque eso no la ayudará a resolver el problema de su propio saco. Mientras esa situación perdure se hallará atrapada en un doble rechazo que origina mucho sufrimiento y se manifiesta tanto en el rechazo hacia sus propios aspectos masculinos como en el rechazo hacia los hombres que encuentre en el exterior.
Así pues, cuando nos negamos a aceptar una parte de nuestra personalidad ésta termina tornándose hostil. Casi podría mos afirmar que es como si se alejara y organizara un motín en contra de nosotros. 
 
¿Cómo descubrir la sombra en la vida cotidiana? Toma asiento.
- En tus sentimientos exagerados respecto de los demás. («¡No puedo creer que hiciera tal cosa!» «¡No comprendo cómo puede llevar esa ropa!»)
· En el feedback negativo de quienes te sirven de espejo. («Es la tercera vez que llegas tarde sin decírmelo.»)
· En aquellas relaciones en las que provocas de continuo el mismo efecto perturbador sobre diferentes personas. («Sam y yo creemos que no has sido sincero con nosotros.»)
· En las acciones impulsivas o inadvertidas. («No quería decir eso.»)
· En aquellas situaciones en las que te sientes humillad@. («Me avergüenza su modo de tratarme.»)
· En los enfados desproporcionados por los errores cometidos por los demás. («¡Nunca hace las cosas a su debido tiempo!» «Realmente no controla para nada su peso.»)
Es frecuente que el encuentro con la sombra tenga lugar en la mitad de la vida, cuando nuestras necesidades y valores más profundos tienden a cambiar el rumbo de nuestra vida determinando incluso, en ocasiones, un giro de ciento ochenta grados y obligándonos a romper nuestros viejos hábitos y a cultivar capacidades latentes hasta ese momento. 
Mucho ánimo, es genial que haya tantas herramientas (¡aplausos!) hoy en día para tunear nuestra mente y cuerpo, desde tomar un café con un buen amigo o con un buen desconocido, a grupos donde compartir, terapias y talleres para casi todo...un boom de posibilidades para afrontar nuestros cambios. 
No estás sol@ y no estás loc@, estás conociéndote




jueves, 8 de noviembre de 2012

Una tapa de creencias, por favor

"Lo que no se hace consciente se manifiesta en nuestras vidas como destino", decía C. G. Jung. Las limitaciones que pueden imponernos nuestras propias creencias son dignas de estudio...y en eso andamos. Llegamos a pensar desde que algo que queremos es imposible, a afirmar que no somos capaces de lograrlo y hasta no considerarnos merecedores de alcanzarlo. Es de agradecer que las creencias cambien naturalmente conforme pasa la vida y hemos de dar esas gracias a la insatisfacción, ya que ella es la que nos hace dudar, nos hace desear algo distinto y así damos paso casi sin darnos cuenta a una nueva creencia. Es un proceso natural, dejamos una etapa atrás y pasamos de comprender a actuar. 

Quiero compartir una parte de un capítulo del libro de Joseph O'Connor y Andrea Lages, Coaching con PNL titulado Creencias: las reglas de tu vida. De vez en cuando sienta bien dar un repaso a la vida que vivimos para saber si efectivamente estamos viviéndola o dejando que pase. Hoy toca repaso ;-)

"Las creencias son las normas de tu vida, las reglas según las cuales vives. Estas normas pueden ser liberadoras y potenciadoras, y darte permiso para lograr tus objetivos y vivir de acuerdo a tus valores. Pero también pueden ser obstáculos que hagan imposibles tus objetivos o que te llevan a pensar que no eres capaz de alcanzarlos.
Las creencias no son teorías huecas, sino principios de acción, de modo que si quieres saber qué es lo que cree una persona fíjate en lo que hace, no en lo que asegura creer. Creemos en la gravedad y actuamos como si existiera. No tratamos de comprobarla intentando caminar por el aire. Tampoco parece que a la gravedad le influya lo que creamos de ella. En cambio, nuestras relaciones, nuestras capacidades y nuestras posibilidades sí que están influidas por nuestra creencia al respecto.
Construimos las creencias basándonos en nuestras experiencias. Luego actuamos como si fueran ciertas. En cierto sentido son profecías que se autorrealizan. Si crees que eres una persona agradable actuarás como tal, abordarás a la gente abiertamente, te mostrarás sociable y disfrutarás con la compañía de otras personas. Éstas a su vez te acogerán con agrado y eso reforzará tu creencia. Solemos pensar que las creencias están formadas por las experiencias, pero lo contrario también es cierto.
Eso significa que puedes elegir tus creencias. Si los resultados que estás obteniendo te gustan sigue actuando como hasta ahora y mantén tus creencias. Pero si no te gustan actúa de forma distinta y cambia tus creencias.
Las creencias pueden cambiar y cambian realmente. Sin embargo, la creencia de que las creencias pueden cambiar es en sí misma un reto para muchas personas, porque las ven como posesiones personales. Hablan de 'tener' y 'preservar' creencias, de 'ganarlas' y de 'perderlas'. Y, claro está, nadie quiere 'perder' nada. Resulta mucho más productivo hablar de 'abandonar' o 'superar' creencias que de 'perderlas'.
También sucede que hemos invertido personalmente en nuestras creencias. El mundo tiene sentido para nosotros cuando nos las confirma;es predecible  nos proporciona sensación de seguridad y certidumbre. Incluso puede suceder que nos recreemos en el desastre a condición de que lo hayamos predicho. 'Ya te lo dije' es una frase muy satisfactoria, no porque hayamos deseado que la cosa saliese mal, sino porque nuestras creencias quedan confirmadas."


¿Herramientas para cambiar creencias? Tenemos de casi todo.
¿Opciones? La primera es la que tú quieras. La segunda también. La tercera también. 
¿Es rápido el cambio de creencias? Tan rápido como quieras que sea.
Además del Coaching, Inteligencia Emocional, Espiritual, PNL y demás... ¿con qué más cuento?
Te sorprenderías si lo probaras :-)

jueves, 26 de julio de 2012

Vivir es un asunto urgente


Desde Marzo de este año sin publicar nada…he aprendido tantas cosas…y desaprendido otras tantas…todo en orden y desorden, empiezo compartiendo con vosotros el capítulo 3 del libro Vivir es un asunto urgente del Doctor Mario Alonso Puig. Como aperitivo y posible caramelo para que os animéis y lo leáis, os diré que justo al empezar la lectura te despierta con frases como ‘comprender para conectar’ o ‘convencer para dominar’; nos ayuda a entender la relación existente entre los procesos mentales y el mundo emocional; define el estrés positivo o eustrés y el estrés negativo o distrés; el motivo por el que no es aconsejable eliminar el estrés sino más bien aprender a gestionarlo. Me ha ayudado saber que una vez que han pasado noventa minutos con nuestro motor al máximo rendimiento y no hemos parado unos minutos a recuperarnos, a mover nuestro cuerpo, a hacer un ejercicio de relajación sencillo, se pone en marcha el estrés negativo o distrés: empezamos a sentirnos agotados, nos irritamos, perdemos concentración y memoria y nos atacan las emociones negativas...y a partir de aquí creo que ya sabemos el resto de posibles consecuencias para nuestra salud. Que disfrutéis esta lectura.  

Capítulo 3: La luz que poco a poco se apaga   

Probablemente muchos de nosotros hemos entrado en algún momento de nuestra vida en algún lugar que se encontraba completamente a oscuras. De manera casi instintiva hemos extendido los brazos hacia delante para intentar distinguir los obstáculos antes de chocar contra ellos. Nuestro caminar era lento e inseguro porque nuestra principal ayuda, la vista, en ese momento no estaba operativa. Si alguien hubiese encendido en algún momento una simple cerilla, podríamos haber empezado a distinguir de inmediato el camino para salir de aquella oscuridad. Notaríamos como nos iríamos relajando de manera paulatina y empezaríamos a distinguir multitud de objetos que antes permanecían ocultos a nuestros ojos. Existe un relato muy conmovedor que al parecer ocurrió tras el ataque a las Torres Gemelas el 11 de septiembre en Nueva York. Uno de los grupos de personas que estaban atrapadas en una de las plantas de una de las torres se encontraba en plena oscuridad, y no tenían muy claro que había sucedido y como tenían que actuar. De repente se encendió una pequeña linterna y empezó a moverse en una dirección determinada. Esta los guió y los condujo por las escaleras sanas y salvas hasta el exterior. Nunca se supo quien había sido el portador de aquella linterna.
Cuando nosotros entramos en distrés, nos pasa algo semejante. La luz de nuestra conciencia se va apagando de manera gradual, hasta que nos quedamos sumergidos en una completa oscuridad mental. Tal vez podamos apreciar los objetos que nos rodean porque nuestra visión no está afectada, en cambio seremos incapaces de encontrar la salida para nuestras angustias, inquietudes o preocupaciones. Los problemas los veremos como insolubles y sus soluciones completamente inexistentes.

Cuando nos veamos a nosotros mismos metidos en un “túnel” sin salida, es importante tener presente que esta circunstancia no la causa la falta de recursos importantes, como la inteligencia, la memoria o la imaginación. El causante de esta situación lo encontramos en lo que se denomina un estado mental limitante. Para entender esto con mayor facilidad vamos a utilizar una analogía. Visualicemos a uno de los mejores jugadores de baloncesto que haya en el mundo. Sus habilidades le permiten encestar sin dificultad. Imaginemos que a ese mismo jugador lo introducimos en una gran caja transparente y cerrada. ¿Verdad que por bueno que sea mientras no salga de su caja no podrá encestar? Esa caja representa un estado mental limitante que restringe toda movilidad y puede anular por completo todo su talento. El jugador de baloncesto no es limitado, sino que hay una estructura que lo limita. Esta es una distinción fundamental que necesitamos hacer. ¿Por qué cuando estamos en distrés se hace la oscuridad a nuestro alrededor y somos incapaces de encontrar salidas y soluciones, y nos “ahogamos en un vaso de agua”? La razón es que en el distrés se produce una alteración muy importante del riego sanguíneo en el cerebro. Este cambio hace que algunas de sus partes, fundamentalmente los lóbulos prefrontales, situados en la parte más anterior de nuestro cerebro, reciban menos sangre. La falta de riego sanguíneo hace que las neuronas de los lóbulos prefrontales reciban menos oxígeno y menos glucosa, con lo cual baja su metabolismo y se empobrece su función. Estos últimos son clave a la hora de integrar, de armonizar el funcionamiento de ambos hemisferios del cerebro. Además, son esenciales en los procesos de razonamiento y de mantenimiento de la atención. Los lóbulos prefrontales son también imprescindibles para imaginar el futuro y para tomar decisiones, y están implicados en todos los procesos de aprendizaje. Las consecuencias de estos descensos en el metabolismo neuronal son serias, ya que se pierde la capacidad de ver las cosas con perspectiva. Además, no se puede razonar con un mínimo de precisión analítica. La creatividad es interferida, de la misma manera que lo es la toma de decisiones. El aprendizaje y la memoria experimentan una parálisis progresiva, de tal manera que resulta casi imposible almacenar e integrar nuevos datos, nueva información. Además, aparece un fenómeno de lo más curioso que consiste en que la memoria empieza a atraer sólo aquellos registros negativos que se encuentran almacenados en ella. Esto hace que comencemos a recordar sólo los episodios negativos de nuestro pasado: las personas que nunca nos ayudaron, las que siempre nos criticaron, los fracasos que tuvimos, lo que siempre quisimos y nunca alcanzamos.


Además, la imaginación sólo nos muestra mundos grises, oscuros y amenazantes. Por todo esto, el distrés, si se mantiene en el tiempo, lleva claramente a un estado de desesperanza y de depresión.

La salida al distrés se encuentra en la utilización de la vía de las emociones positivas que, como veremos más adelante, incluye sobre todo la verdadera conexión emocional con uno mismo y con los demás. La vía de las emociones positivas es la clave de la resiliencia, de esa capacidad de recuperarnos rápidamente de las adversidades, una cualidad que tienen los juncos y de la que carecen los troncos viejos, duros y resecos, los cuales, a diferencia de los anteriores, pueden partirse cuando un viento sopla con fuerza.

Desde un punto de vista práctico quisiera resaltar algunas estrategias para hacer frente con eficiencia a esas situaciones en las que tantas veces nos sentimos confusos y perdidos.

Cuando nos sintamos imposibilitados para resolver algo porque nos vemos a nosotros mismos en el interior de un túnel, empecemos por acostumbrarnos a reflexionar, a pensar que no es que no exista la salida a ese túnel, sino que mientras no cambiemos de estado mental, sencillamente, no la veremos. Puede que parezca a primera vista que esta distinción no es relevante y, sin embargo, si lo es y mucho, porque es la misma distinción que existe entre ser torpe o realizar torpezas, entre ser un fracasado y cometer errores.

Recuerdo el caso de un chico joven que acudió una vez a mi consulta porque le dolía el estómago. Lo primero que me dijo fue: “Doctor, verá, yo soy muy nervioso y por eso me duele el estómago”. “¿Quién te ha dicho que eres nervioso?”, le pregunté. “Mi madre”, me respondió. Se sorprendió de que yo le insistiera tanto en que a partir de ese momento, en lugar de repetirse continuamente que era nervioso, se dijera que lo que tenía eran nervios. Es muy diferente el impacto que tiene en nosotros una conversación cuando usamos el verbo ser o el verbo tener. De ahí que resalte tanto la importancia de que cambiemos la interpretación de la frase “soy limitado” por la de “en este preciso momento estoy experimentando unas limitaciones”. El lenguaje no sólo describe la realidad, sino que además es capaz de crearla. Nuestra forma de hablarnos a nosotros mismos afecta tremendamente a nuestra manera de relacionarnos con el mundo.

Resultan muy sorprendentes los estudios del profesor japonés Masaru Emoto y sus fotografías, que muestran como la manera de hablar a simples recipientes con agua afecta a la forma que adquieren los cristales cuando esta se congela. No olvidemos que un porcentaje enorme de nuestro cuerpo es agua. Resulta inquietante pensar en la manera en la que nosotros con nuestra forma tan dura de hablarnos a nosotros mismos podemos afectar a nuestro cuerpo. Hoy el mundo de la energía es cada vez más reconocido, valorado y respetado. Disciplinas como el yoga, taichí, el Qi Gong o el Reiki son incluidas en el tratamiento de enfermos en algunos de los hospitales más prestigiosos del mundo. Cuando nosotros hablamos, también hay una emisión de energía y hay formas de energía que sanan y otras que enferman.

Hay otra estrategia que nos puede también ser de utilidad. En esos momentos en los que nuestra capacidad de razonar y de reflexionar se encuentra limitada, la salida del túnel a veces no pasa por pensar, sino por actuar, por no quedarnos inmovilizados. Demos un paso adelante, aunque sea muy pequeño, hagamos algo, una llamada, tomemos una pequeña decisión aunque no sea perfecta. El distrés nos paraliza o nos invita a huir. Por eso es tan importante moverse, hacer algo, dar un paso adelante. Un movimiento sencillo lleva un mensaje de gran impacto a nuestro cerebro: ¡YO PUEDO! Es una pena que porque haya tantas personas que piensen que lo que pueden hacer es tan poco que no vale la pena, haya tantas personas que no hagan nada. 

miércoles, 11 de enero de 2012

Año nuevo, vida nueva

Cada año comentamos aquello de 'año nuevo, vida nueva' y sería realmente provechoso que hiciéramos caso de lo que decimos porque ¡hasta funciona! :-) No voy a extenderme en reflexionar sobre aquellos hábitos y costumbres establecidas que a veces acarrean sufrimiento y en como la fatalidad se apodera de nosotros y no vemos salidas (ni de emergencia) a ese sufrir. Para esa reflexión os dejo el siguiente poema titulado "Autobiografía en cinco capítulos", de Nyoshul Kenpo, cortito, directo, gráfico...

1) Bajo por la calle.                                                              
Hay un enorme hoyo en la acera.
Me caigo dentro,
estoy perdida...impotente.
No es culpa mía.
Se tarda una eternidad en salir de allí.

2) Bajo por la misma calle.
Hay un enorme hoyo en la acera.
Hago como que no lo veo.
Vuelvo a caer dentro.
No puedo creer que esté en ese mismo lugar.
Pero no es culpa mía.
Todavía se tarda mucho tiempo en salir de allí.

3) Bajo por la misma calle.
Hay un enorme hoyo en la acera.
Veo que está allí.
Igual caigo en él...es un hábito.
Tengo los ojos abiertos.
Sé donde estoy.
Es culpa mía.
Salgo inmediatamente de allí.

4) Bajo por la misma calle.
Hay un enorme hoyo en la acera.
Paso por el lado.

5) Bajo por otra calle.



viernes, 6 de enero de 2012

Las raíces del bambú


No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego constante. También es obvio que quien cultiva la tierra no se impacienta frente a la semilla sembrada, hablándole con el riesgo de echarla a perder, gritándole con todas sus fuerzas: ¡Crece, por favor!

 Hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés y que lo transforma en no apto para impacientes: siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente.

Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad, no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto que, un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles. Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas la planta de bambú crece ¡más de 30 metros!  ¿Tardó sólo seis semanas crecer? No, la verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse.

Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento, que iba a tener después de siete años. Sin embargo, en la vida cotidiana, muchas veces queremos encontrar soluciones rápidas y triunfos apresurados, sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interno y que éste requiere tiempo. De igual manera, es necesario entender que en muchas ocasiones estaremos frente a situaciones en las que creemos que nada está sucediendo.
Es cierto que en ocasiones vivimos circunstancias que nos disgustan, que pensamos que no necesitamos, y vaya faena salir indemne del día a día...A veces, nos gusten o no, están ahí por un motivo. Quizá sepamos su propósito en el plazo de un mes o de siete años. A fin de cuentas el tiempo lo inventamos nosotros. Uno se queda en paz sabiendo que si lo que ansías aún no ha llegado, tranquilo, es probable que estés echando raíces para ser más fuerte, más entero y de ahí en adelante, estar preparado para sobrevivir a tormentas y mares embravecidos. 
Dedico esta metáfora a mis seres queridos que día a día siguen al pie del cañón, caiga lo que caiga. Se lo dedico a los amigos que están pasando por momentos de crisis que hacen que cualquier humano se tambalee y se replantee su vida al completo. Ya que no puedo estar con cada una de las personas que quiero dado que aún no he aprendido a desdoblarme ni a hacer viajes astrales, este es mi regalo de Reyes. 
 

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